Después de ocho tranquilos días de navegación desde Nuku Hiva, en las Islas Marquesas, llegamos a las costas de Tahití, en el archipiélago de la Sociedad, donde nos dieron la bienvenida unos preciosos delfines saltarines. Al principio pensamos que lo de los lindos cetáceos dando grititos y moviendo la cola a nuestro alrededor era un recibimiento especial, banda y música de fondo, ya sabes, porque nosotros los valemos…. PERO, a poco que exploramos, descubrimos que aquí el kilo de delfín se cotiza a la baja. ¡Están por todas partes! Un pequeño golpe de realidad del que nos repusimos rápidamente. Que nosotros estemos en uno de los lugares más paradisíacos del planeta (y vosotros no) tiene algunas ventajas en lo que a terapia del ego se refiere.
Hemos aprovechado estos días para resolver algunos asuntos en Papeeté (en tahitiano: Pape’ete, que significa «Agua de la cesta»), la gran ciudad. ¿Y qué decir de la capital de la Polinesia Francesa? Pues, como primera impresión, es horrible. Es como un suburbio de esos que se ven en los aledaños de los aeropuertos de cualquier ciudad europea. A su favor, hay que puntualizar que el lugar es limpio limpio, de aguas completamente transparentes, lo que permite que se vea todo lo que transita bajo las aguas del océano: tortugas, corales, delfines… TODO. Así que no olvidéis vuestra ropa de baño en el improbable caso de que vengáis por estos lares.
La cara amable de Papeeté
Para los que pontificáis que las palabras Tahití y horror no pueden ir en la misma frase. Para los que penséis que tenemos atrofiada la percepción estética. Para vosotros, japiflauters, hemos rescatado algunas particularidades que destacan (para bien) en Papeeté:
Por un lado, el Parque de Bougainville. En medio de la decepción urbana, reconforta dar un paseo por sus jardines tropicales y admirar los barcos cercanos a la costa.Se extiende a lo largo del paseo marítimo de Papeeté desde el Boulevard Pomare hasta la Rue du General de Gaulle. Está a poca distancia a pie de casi todo, como el Parque To’ata, el Robert Wan Pearl Museum o el Mercado de Papeete.
El paseo marítimo, precisamente, es otra de las bellezas por las que se puede pasear y admirar el paisaje, aunque ahora uno de sus tramos está en construcción.
Por último, nos impresionó gratamente el arte callejero, que se reparte por las fachadas de Papeete y supone un soplo de aire fresco en medio del cemento. Existen incluso rutas turísticas para descubrir estas obras, que se multiplicaron profusamente a partir de 2014. Ese año, y los cuatro siguientes, la empresaria polinesia Sarah Roopinia promovió el festival Ono’u de Tahití, una iniciativa que reunió a muchos artistas internacionales de renombre, así como a la flor y nata del talento local. El resultado fue un auténtico museo al aire libre de arte callejero moderno que, sospecho, probablemente tiene como función camuflar los feos edificios que proliferan por toda la ciudad.
Fuera de Papeeté, el cuento cambia y se pone más interesante. Desde nuestro barco, el Dakota, disfrutamos de un paisaje de embriagadora belleza y altas montañas cubiertas con nubes que, cuando se alejan, dejan percibir la majestuosidad de la isla. Aquí se encuentra el monte Orohena que se eleva 2.241 metros, lo que lo convierte en el pico más alto de toda la Polinesia Francesa. Para ver esa parte de Tahití numerosas agencias organizan carísimos tours para los que, sin duda, habrá que rascarse el bolsillo. Porque aquí todo es carísimo. Paradójicamente, también hay pobreza: bastante gente tirada en la calle y durmiendo en ella, pero nadie pide dinero. ¿Por qué? No lo sabemos. La mendicidad no está prohibida por ley. Este lugar siempre es curioso o contrario a lo que uno piensa…
Cuando terminemos aquí, probablemente mañana, nos iremos a Moorea. Allí nos esperan nuevas aventuras, amigos y, por fin, un trabajo que nos encanta.
Pater
Sigue así como corresponde a tu condición de Tribulete
Alejandra Ramón
Gracias, papá. Disimula un poco que no se note que soy tu hija.
Eva Miguel
Enjoy madrina ❤️
Alejandra Ramón
Gracias, Eva. Seguiré escribiendo y viajando con vosotros en mente.
Susana
¡Me apunto a la aventura allá donde estés! ¡Qué experiencias más geniales! Mientras ahorro para ir a verte, viajo por tu blog, vagabunda 🙂
Alejandra Ramón
Gracias, Susana. Algún día escribiré como tú.
Miguel López
Que divertido!!
Eres la versión femenina de Matt el viajero!
(Fraggle Rock)
Me encanta!!
Esperamos más noticias.
Alejandra Ramón
Gracias, Miguel. Es el mejor cumplido que me han hecho nunca, porque siempre amé Fraggle Rock, especialmente al Viajero.
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