Españoles, Franco no ha muerto. Lo hemos visto en un pueblo marroquí llamado Chefchaouen donde va contando, a quien lo quiera escuchar, que ha venido aquí a terminar sus días como los viejos elefantes. En el mismo sitio donde inició el Alzamiento.
Mientras espera que cierre sus ojos la Postrera, aporrea la pandereta junto a un viejo legionario que se despistó de la Marcha Verde, y de paso se saca unos dirhams para Mirindas.
Franco, ese hombre, pasa las horas muertas en la plaza del pueblo. Desde allí nos ha pedido que transmitamos este mensaje: «Ojito, que cada vez que veo cómo va España me entran ganas de volver». Al parecer, teme no haberlo dejado todo tan atado y bien atado.
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