Shukran
Nos gusta llegar a los sitios. Aparte, nos gusta, al llegar a los sitios, aprender algunas palabras en el idioma local. Este gesto insignificante nos sirve doblemente: primero, para hacernos los enterados delante de otros turistas y, además, para congraciarnos con la población local.
El Guillermito y el árabe, dos idiomas que tenemos que aprender |
En Marruecos saludamos desde que ponemos el pie en el aeropuerto con un Salam Aleikum. Fundamental. Luego, según van pasando las horas, los días, repetimos, incansables, las palabras shukran (gracias) y min fadlik (por favor) y, de vez en cuando, soltamos un Insha’Allah (si Alá quiere), integración religiosa full. Recientemente, hemos ampliado el repertorio con la expresión Al-lahu àkba (Alá es grande), por si nos llegan unos yihadistas con un aquí te pillo aquí te mato, especialmente la segunda parte.
Y, con la seguridad y chulería que te da tener tu propia mochila de (cuatro) palabras en árabe, nos plantamos en el precioso riad donde nos quedamos en Marrakech. Nos recibieron con sonrisas, té y dulces. Ésta es vuestra casa, nos dijeron.
Qué bonito es nuestro riad, qué paz se respira aquí, que cuidadosamente decorado, qué delicado aroma desprenden estas velas en sus lámparas… ¡qué foto tan currada quedaría si pusiéramos al niño, ahí, en el suelo, suavemente iluminado! ¡Bucólico! Lo visualizamos.
Cámara preparada, Guillermito situado, Guillermito que decide que las velas, las del delicado aroma, son comida, Guillermito que se tira en plancha… adiós, estiloso decorado. Adiós sonrisas, adiós tetera, adiós pastelitos… Adiós para siempre, lámpara carísima.
Después de recolocar (mal) el estropicio, salimos precipitadamente a descubrir mundo (nota mental, aprender cómo se dice en árabe «perdón, lo de cabroncete lo ha heredado de su padre»), para terminar sentados en el puesto de comida más grasiento, abarrotado y auténtico (auténticamente cutre) de la Plaza Jamaa el Fna. Y cenamos los tres, a seis manos, haciendo como que no nos dábamos cuenta de los eructos a nuestro alrededor (y Guillermito el que más eructaba).
Guillermito, feliz, saluda a la gente con la mano en alto como bailando sevillanas, y manda besos volados a porrillo, Mientras más harapiento, zarrapastroso y sin dientes el sujeto, más besos volados le lanza Guillermito. Todo el mundo le sonríe, todos tienen palabras cariñosas que decirle y, si él es feliz, nosotros… estamos agotados, peeeeero… también contentos. Y agradecidos.
Shukran, vida.
Gema Baena
Y veo lo de el sitio más grasiento y pensé, la Inma ya empieza a soltar un poco a Guillermito… Por fin!!! Venid antígenos para que este niño cree anticuerpos….. Pero de repente, el tupper de brocoli al estilo Baby Cook lo vuelve a poner todo en su sitio.