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Con Khajuraho todavía en la memoria, llegamos al pueblo de Orchha, una parada técnica de camino a Delhi. Cinco horas de tren que se nos pasaron durmiendo volando.

Orchha significa “lugar escondido” y tiene unos palacios que son como esas personas muy guapas pero malvadas, maravillosos por fuera, y una ruina por dentro.

Ejemplo de lo explicado anteriormente.

También tiene un río, que nos dijo un señor que era el Ganges y metimos la cabeza para sentirnos bendecidos. Cuando ya nos habían salido sarpullidos, nos enteramos que el río se llama Betwa, que el Ganges estaba bastante lejos, y que las bendiciones son para quien las merece.

Aparte de eso, y de los cortes de luz, el calor, los mosquitos, las moscas y una jauría de perros que nos perseguía allá donde íbamos, lo pasamos bien, quedamos embobados con los templos y los paisajes, aprendimos de la gente e hicimos nuevos amigos de todos los colores.

Además, los restaurantes de allí tienen libros de visitas donde los clientes ponen sus impresiones del lugar. Nosotros también. Las escribimos debajo del elefante con pataspene traseras de Jordi el Aranés. Un saludito desde aquí. Quien quiera que seas, donde quiera que estés, nos ha encantado tu dibujo. Esperamos que el texto que le hemos añadido no lo desmerezca.

Como nos quedan pocos días para volver, sacamos más fotos que nunca, queriendo agarrar cada momento, pero sabiendo que, inevitablemente, el tiempo pasa, los días se van, nada permanece.

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